viernes, 10 de diciembre de 2010

Nunca más! (cuentos navideños)

Las condiciones mentales que suelen considerarse como analíticas son, en sí mismas, poco susceptibles de análisis. Las consideramos tan sólo por sus efectos. Así es el amor,  de el sabemos, entre otras cosas, que es siempre, para el que lo posee, cuando se posee en grado extraordinario, una fuente de vivísimos goces. Del mismo modo que el hombre fuerte disfruta con su habilidad física, deleitándose en ciertos ejercicios que ponen sus músculos en acción, el analista, aquel que puede pasarse horas analizando, contemplando, visualizando, entendiendo, enamorándose de la belleza de una mujer, goza con esa actividad intelectual que se ejerce en el hecho de desentrañar su espíritu, buscando el por que es que una mujer al ser causa del enamoramiento, es capaz de convertirse en el ser más bello del universo. Consigue el que analiza, el que ama, satisfacción hasta de las más triviales ocupaciones que ponen en juego su talento. Se desvive por los enigmas, acertijos y jeroglíficos, que toda mujer, lleva consigo, y en cada una de las soluciones muestra un sentido de agudeza que parece al vulgo una penetración sobrenatural. Los resultados, obtenidos por un
solo espíritu y la esencia del método, adquieren realmente la apariencia total de una intuición.

El poder analítico de la persona enamorada, la persona que disfruta conociendo, aprendiendo, analizando de un modo especial a la mujer amada,  no debe confundirse con el simple ingenio que produce el enamoramiento, porque mientras el analista, el que en verdad ama, es necesariamente ingenioso, el hombre ingenioso está con frecuencia notablemente incapacitado para el análisis para enamorarse, con facilidad se confunde por los aspectos físicos que tan solo dan paso a la fase del simple enamoramiento.  La facultad constructiva o de combinación con que por lo general se manifiesta el ingenio del que ama, y a la que los frenólogos, equivocadamente, a mi parecer, asignan un órgano aparte, suponiendo que se trata de una facultad primordial, se ha visto tan a menudo en individuos cuya inteligencia bordeaba, por otra parte, la idiotez, que ha atraído la atención general de los escritores de temas morales. Entre el ingenio del simple enamoramiento y la aptitud analítica del que ama de verdad hay una diferencia mucho mayor, en efecto, que entre la fantasía y la imaginación, aunque de un carácter rigurosamente análogo. En realidad, se observará fácilmente que el hombre ingenioso es siempre fantástico, mientras que el verdadero imaginativo nunca deja de ser analítico.

Es por eso, que yo me considero una persona analítica, me fascina analizar las palabras, los comentarios, los pequeños berrinches, las alegrías, los sueños y todo aquello que la hermosa Araceli refleja en cada acción de su vida cotidiana. Desde un simple hola, hasta todas esas horas que dedica a resolver tantas cosas que se presentan en su trabajo. Y al analizar todo eso que conforma su gran belleza, puedo entender por que es que se le puede llegar a querer tanto, y lo cual, me lleva a despertar la imaginación, la imaginación de algún poema, de alguna frase o tan solo una larga entrada en este blog, siempre imaginando que lo que aquí escriba será capaz de llevarle una sonrisa y la ayudará a iniciar bien su día, tal como las Zucaritas de Kellog's.

Tal vez pueda parecer una persona aburrida, una persona callada, pero es tan solo que estoy analizando e imaginando toda esa belleza que existe en una mujer como Araceli.

Pero bueno, seguimos con la temporada navideña, y no quiero expresar tristezas y tantos dramas que día con día expongo en este blog, por supuesto, la quiero mucho, por supuesto que la extraño mucho, y por supuesto que me entristece no saber de ella, no poder ser de ayuda para ella, sin embargo, no quiero que este blog se vuelva algo repetitivo en relación a mis dramas.

Así que por ser navidad, y tratando de poder desarrollar tanto mi sentido analítico como el imaginativo, quise componer un cuento navideño...

Erase una vez, en un pueblecillo cercano a las montañas, donde vivía un niño, un niño que todos los días se sentaba frente a su computadora, se sentaba a esperar algo bueno de la vida, algo que llenara ese extraño vacío que el paso de los años, pese a su corta vida, había creado en su corazón.

Todos los años, con mucho entusiasmo, el cual, pese a tantas cosas que había vivido, aún no perdía ese entusiasmo por la navidad. Como cada año, lleno de alegría y entusiasmo, inexplicablemente le escribía una carta a Santa Claus, una carta en donde siempre pedía algo que ni siquiera conocía, algo de lo que todo mundo hablaba y sin embargo él aún no había podido conocer.

Cada año, mandaba su carta a Santa Claus pidiendo encontrar el amor, ese amor que según decían era capaz de  hacer que un hombre lograra las cosas más inauditas que pudiera intentar.

Según había escuchado decir son tantas las cosas las que un hombre hace por amor, la manera en que se demuestra, la manera en que se piensa y actúa.

Un hombre piensa, quiere, reflexiona, incluso cambia por ese simple hecho de estar enamorado. Se demuestra uno que la vida merece vivirse y finalmente la termina uno viviendo por algo, en especial por alguien. Con el amor se puede uno encontrar con alguien único, alguien con quien ni siquiera se podía soñar que existiera, alguien que le regale a uno una sonrisa todos los días.

Según había escuchado este niño, uno por amor hace cosas mágicas, se tiende a dar todo de nuestra vida, a demostrarlo de una y mil maneras, por el simple hecho de que el amor, lo puede a uno volver el ser más felíz del mundo.

Lo que no hace uno por amor se decía cada día... y anhelaba conocer ese amor del que todo mundo habla, el que todo mundo vive al menos una vez en su vida. Quería, anhelaba encontrar a esa mujer a quien dedicarle esa canción, esa canción que todo hombre enamorado alguna vez le canta a su amada, y no solo dedicarle esa canción si no su vida misma:



Y así, año con año, pedía en su carta por esa mujer especial, esa mujer única a quien amar, (una cosa que las mujeres nunca entenderán es que para un hombre es más importante amar que ser amado).

Así transcurrían los años, en medio de decepciones, tristezas, año con año bajar a revisar los regalos bajo el árbol de navidad y nada, tal parece que una mujer así, en realidad solo podía existir en su imaginación.

Sin embargo, un año, después de escribir su carta anual a Santa Claus con su consabido deseo, se sentó como todos los días frente a su computadora a soñar con esa mujer, que aún sin conocerla ya la amaba, quizá desde los primeros días que vio la luz, digamos era algo que ya venía programado en su corazón. La amaba sin siquiera haberla conocido.

Y fue entonces, que Santa Claus, una tranquila tarde de diciembre, cuando en el reloj de la computadora se podía leer que eran las 4.00, el buen santa le dejó ese regalo tan esperado.

En ese mismo instante llenó su corazón de ese amor que tanto desaba experimentar, en ese mismo instante le presentó a la mujer más hermosa del mundo, quizá había pasado toda su vida esperándo por ella, sin embargo, fue esa tarde de diciembre, un par de días antes de navidad (era un 23 de diciembre) cuando Santa le dejó el mejor regalo de su vida.

Finalmente, se había dado el milagro navideño que toda historia navideña debe tener...

Y por supuesto, la amó con todo su corazón, experimento y descubrió que todo eso que había oído hablar del amor se quedaba corto comparado con el verdadero amor, ese amor que solo un verdadero ángel es capaz de despertar.

Desgraciadamente, al buen Santa se le olvidó dejar las instrucciones sobre el amor, y el niño que ya entonces era un joven...

No sé, quizá este cuento navideño resulte muy trillado, sin embargo, no soy un buen cuentista, quizá tan solo hago el intento de ser escritor, pero sin duda, este cuento navideño resultará un poco trillado, así que mejor me puse a pensar en este otro cuento:

Lo recuerdo tan claramente como la luz del día, aunque los hechos ocurrieron una fría y obscura  noche de diciembre. Paseando por las frías calles de San Luis Potosí, hacía frío y empezaba a llover, entonces escuché un grito y corrí hacia una escena del crimen, pero todo lo que encontré fueron los restos masacrados de un corazón esparcidos por todos lados. Los restos de un corazón que recién empezaba a enamorarse... Un asesinato en la calle Morgue.

Pero para mi sorpresa, este cuento era un plagio de una gran canción de Iron Maiden, la cual a su vez, esta basada en la famosa obra de Edgar Allan Poe, "los asesinatos de la Rue Morgue". Una muy interesante obra de suspenso y misterio. (no cabe duda que el buen metal también nos deja algo de cultura)



Así que tampoco, esta noche no me alcanza el ingenio para escribir un bonito cuento navideño, un bonito cuento navideño que traiga paz, calor y alegría al corazón de Araceli. Así que decidí escribir un poema:

Una vez, al filo de una lúgubre media noche,
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
oyóse de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
“Es —dije musitando— un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más.”

¡Ah! aquel lúcido recuerdo
de un gélido diciembre;
espectros de brasas moribundas
reflejadas en el suelo;
angustia del deseo del nuevo día;
en vano encareciendo a mis libros
dieran tregua a mi dolor.

“Es un visitante a la puerta de mi cuarto
queriendo entrar.
Algún visitante que a deshora a mi cuarto quiere entrar.
Eso es todo, y nada más.”
Ahora, mi ánimo cobraba bríos,

y ya sin titubeos:
“Señor —dije— o señora, en verdad vuestro perdón imploro,
mas el caso es que, adormilado
cuando viniste a tocar quedamente,
tan quedo vinisteis a llamar,
a llamar a la puerta de mi cuarto,
que apenas pude creer que os oía.”
Y entonces abrí de par en par la puerta:
Oscuridad, y nada más.

Escrutando hondo en aquella negrura
permanecí largo rato, atónito, temeroso,
dudando, soñando sueños que ningún mortal
se haya atrevido jamás a soñar.
Mas en el silencio insondable la quietud callaba,
y la única palabra ahí proferida
era el balbuceo de un nombre: “Araceli?”
Lo pronuncié en un susurro, y el eco
lo devolvió en un murmullo: “¡Araceli!”
Apenas esto fue, y nada más.

Vuelto a mi cuarto, mi alma toda,
toda mi alma abrasándose dentro de mí,
no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza.

“Ciertamente —me dije—, ciertamente
algo sucede en la reja de mi ventana.
Deja, pues, que vea lo que sucede allí,
y así penetrar pueda en el misterio.
Deja que a mi corazón llegue un momento el silencio,
y así penetrar pueda en el misterio.”

¡Es el viento, y nada más!

De un golpe abrí la puerta,

y con suave batir de alas, entró
un majestuoso cuervo
de los santos días idos.
Sin asomos de reverencia,
ni un instante quedo;
y con aires de gran señor o de gran dama
fue a posarse en el busto de Palas,
sobre el dintel de mi puerta.
Posado, inmóvil, y nada más.

Entonces, este pájaro de ébano
cambió mis tristes fantasías en una sonrisa
con el grave y severo decoro
del aspecto de que se revestía.
“Aun con tu cresta cercenada y mocha —le dije—,
no serás un cobarde,
hórrido cuervo vetusto y amenazador.
Evadido de la ribera nocturna.
¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado
pudiera hablar tan claramente;
aunque poco significaba su respuesta.
Poco pertinente era. Pues no podemos
sino concordar en que ningún ser humano
ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro
posado sobre el dintel de su puerta,
pájaro o bestia, posado en el busto esculpido
de Palas en el dintel de su puerta
con semejante nombre: “Nunca más.”

Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto.
las palabras pronunció, como virtiendo
su alma sólo en esas palabras.
Nada más dijo entonces;
no movió ni una pluma.
Y entonces yo me dije, apenas murmurando:
“Otros amigos se han ido antes;
mañana él también me dejará,
como me abandonaron mis esperanzas.”
Y entonces dijo el pájaro: “Nunca más.”
Mas el Cuervo arrancó todavía
de mis tristes fantasías una sonrisa;
acerqué un mullido asiento
frente al pájaro, el busto y la puerta;
y entonces, hundiéndome en el terciopelo,
empecé a enlazar una fantasía con otra,
pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño,
lo que este torvo, desgarbado, hórrido,
flaco y ominoso pájaro de antaño
quería decir granzando: “Nunca más.”

Entonces me pareció que el aire
se tornaba más denso, perfumado
por invisible incensario mecido por serafines
cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado.
“¡Miserable —dije—, tu Dios te ha concedido,
por estos ángeles te ha otorgado una tregua,
tregua de nepente de tus recuerdos de Araceli!
¡Apura, oh, apura este dulce nepente
y olvida a tu ausente Araceli!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

¡Profeta! —exclamé—, ¡cosa diabólica!

¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio!
¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas,
ese Dios que adoramos tú y yo,
dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén
tendrá en sus brazos a una santa doncella
llamada por los ángeles Araceli,
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”

Sea esa palabra nuestra señal de partida

pájaro o espíritu maligno! —le grité presuntuoso.
Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica.
No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira
que profirió tu espíritu!
Deja mi soledad intacta.
Abandona el busto del dintel de mi puerta.
Aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta.
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.

Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas.
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
no podrá liberarse. ¡Nunca más!


Pero entonces me dí cuenta que es navidad y no es un poema propio de navidad, no es un poema que pueda gustarle a una linda chica como Araceli, recuerdo que una vez me contó que le gustaba la poesía de carácter sencillo, la que habla desde el corazón, esa que no usa palabras rebuscadas.

Y para el colmo, me dí cuenta que este poema también ya lo había escrito para ella Edgar Allan Poe.

Sin embargo, todas las mañanas hay un gallo que se escucha a lo lejos que todas las mañanas me despierta con su cacareo que me dice todas las mañanas: Araceliiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii! Araceliiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!!!! y todas las mañanas le pregunto a ese lejano gallo, -oh gallo de frondoso plumaje que hasta en tu cacareo me dices su nombre, dime si acaso, algún día dejaré de quererla tanto, y el gallo juro que me responde: ¡Nunca más!

En fin, que sin duda, esto de la escritura no se me da del todo, y sin embargo, como todos los días, siempre pienso en la belleza de Araceli, y aunque hoy intenté no aburrir con lo que ya de sobra sabe, intenté no hablar de su belleza, intenté no escribir su nombre, pero es imposible porque:

Todo habla de ti...


La balada del viento
en la cumbre de los árboles.
La lluvia en el cristal
los ruidos de mi calle.

Mi luna, tu mar
mis olas, tus estrellas.
El eco de mis pasos
en la dorada arena.
Me hablan de ti
las canciones al oído.

Habla de ti el ocaso
y la obscura noche.
El alba de espuma blanca
y el atardecer tranquilo.

No es posible amar
lo que jamás se ha tenido...

No es posible

y sin embargo...
Todo habla de ti

En fin, como cuentista me muero de hambre, tal vez, es por que su belleza es como un maravilloso cuento, pero bueno, no pude escribir un bonito cuento navideño, sin embargo, dejaré otra canción navideña:

1 comentario:

  1. mcuhas veces las palabras no son suficientes para describir lo que se siente, en tu caso, para describir la belleza de la hermosa araceli, en muchos otros las palabras se quedan cortas y simplemente no salen, por ello prefiero una mirada una mirada profunda en el alma de alguien mas.

    ResponderEliminar