domingo, 15 de abril de 2012

Tremor Christ

¿Quién empuja la puerta? ¿Quién golpea en todos los vidrios como una lluvia seca? Tengo vértigo… ¡Santo Dios! Está temblando, está temblando… ¡Está temblando! Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal… Ah carambas, está temblando! La campana mayor está de aquí para allá, de aquí para allá, ¡ya va a dar el golpe, ya va a dar el golpe! !Si la campana mayor se toca sola se acaba el mundo!


Han sido días un tanto cuanto sísmicos, tal vez, y había resuelto escribir una entrada relativa a los movimientos de tierra recientemente sentidos por estos lares. De hecho ya tenía un borrador sobre lo que iba a tratar esta entrada, ya tenía preparado un super video adhoc con la entrada y el tema de los temblores, sin embargo, resultó ser un video muy metalero, es decir, con imágenes algo metaleras, y fue entonces que recordé que este blog habla más bien de otro tipo de temblores, de terremotos.

Habla de los temblores de un alma emocionada, ese temblor de las manos, de los dedos, cuando emocionado descubro que en la bandeja de entrada del e-mail o bien, en la bandeja de entrada de sms del celular hay un saludo, algún mensaje de la hermosa Araceli. O bien, que tal de los temblores que provocan sus palabras, su belleza, esos temblores de gran magnitud que derriban por completo las paredes de la cordura. Sin duda, son temblores emocionantes, que cualquiera quisiera sentir todo el tiempo.

Los temblores del alma, de los sentidos quizá no se puedan medir en una escala de Ritcher, quizá no sean temblores trepidatorios u oscilatorios, de hecho nos son temblores destructivos como para medirlos en la escala de Mercalli, de hecho son todo lo opuesto, son temblores constructivos, temblores que construllen un mundo, una mente de ilusiones, sueños, fantasías, temblores que construyen gran admiración, amistad, simpatía por tan hermosa mujer.

Realmente no hay nada más emocionante, nada que provoque mayor temblor que sentarse lleno de emoción a charlar con ella, sus pláticas causan gran agitación, emoción, en el alma. Así que por que no sentirla todos los días, por que no pensar en ella, bajo cualquier escusa, siempre en busca de esos pequeños temblores que se convierten en terremotos.

Lo más curioso es que esos temblores que Araceli provoca en mí, con su belleza, con su alegría, su simpatía, han ido reparando las grietas del corazón, grietas del alma...

En fin, que de toda la entrada que tenía dispuesto  escribir sobre mi experiencia con los temblores de los últimos días, solamente me ha quedado el temblor de las piernas que siento cada vez que de Araceli me acuerdo, ese temblor de piernas, de voz, del alma que inmediatamente activa esa alarma sismica, que alerta todos los sentidos, dilata mis pupilas y abre las puertas de mi percepción para absorber todo el conocimiento que de ella aprendo.

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